La aurora boreal de 1938

Luces bailando en el cielo, las auroras fascinan a todo aquel que las contempla.

Cuando Galileo Galilei atribuyó en 1619 el término aurora a este fenómeno, ignoraba que su aparición en la atmósfera se debe a la integración de los gases de la atmósfera con el viento solar. Cuando los iones solares llegan a la Tierra y chocan contra su campo magnético, algunos de estos iones quedan atrapados en la ionosfera, de manera que chocan con átomos de oxígeno y nitrógeno, entre otros gases, liberando energía en forma de partículas de luz. La visión de este fenómeno es, sencillamente, espectacular.


"En Andalucía el espectáculo era maravilloso, con el cielo todo enrojecido. El vecindario de Sevilla estuvo despierto hasta las dos de la madrugada. [...] En Venecia duró sólo 15 minutos, mientras que en Turín pasó de dos horas. En Varsovia fue vista a las dos de la madrugada. En Grecia hizo su aparición sobre las regiones del Peloponeso y Macedonia. En Alemania sólo pudo ser vista en Munich, pues la parte central y septentrional estaba cubierta totalmente de nubes. En Austria causó gran alarma pues en los campos se creía que se trataba de incendios pavorosos. [...] En América pudo ser vista al Norte de los Estados Unidos. [...]



 Aunque son visibles en las cercanías de los polos terrestres, a veces se pueden contemplar en latitudes más bajas, como así ha quedado registrado.

El 5 de enero de 1793, el Correo literario de Murcia narraba lo siguiente:

    "En la tarde del día 26 de diciembre próximo pasado [...] se manifestó en el horizonte oriental de esta capital el siguiente meteoro. Una luz [...] se extendía por el horizonte hacia el nordeste: el azul con que se nos pinta el cielo era tan remiso en aquella parte que degeneraba en blanquizco, y la atmósfera estaba por toda ella, tan igualmente iluminada, que en nada se diferenciaba del crepúsculo [...], serían las 3 con corta diferencia cuando esta luz se dividió en varios rayos separados entre sí [...] a una y otra parte del meteoro referido (que yo graduo por una Aurora boreal) se veían salir como de un punto varias de ellas, bastante densas e iluminadas por algunos de sus bordes [...]. A las 3 y 35 minutos habían variado bastante los rayos luminosos".

     Una de las más repetidas en la prensa tuvo lugar en plena Guerra Civil. El 9 de enero de 1938 el Noticiero de Soria informaba que una aurora boreal había sido vista en Burgos, Logroño, Pamplona y Berlín.[1] Más información aportaba La Prensa, diario editado en Santa Cruz de Tenerife, en la crónica “Los observatorios meteorológicos registran grandes manchas en el Sol”. El fenómeno se extendió por casi toda Europa y parte del norte de África. Comenzó a las 9 de la noche y fue visible hasta las 2 de la madrugada, siendo el momento de mayor intensidad entre las 9 y las 12:20h. Había sorpresa por tratarse de un hecho excepcional en estas latitudes. La crónica refleja cómo se vivió en cada lugar:

    En Cataluña fue observada a las 12 de la noche. El vecindario de Barcelona, inquieto por los dos bombardeos que hizo la aviación nacional durante el día, se alarmó extraordinariamente al encontrarse el cielo completamente rojo".

     El mismo periódico, en contraposición al de 1793 en el que aún se ignoraba su origen, lo atribuía a las grandes manchas que esos días presentaba el sol y la relación entre el magnetismos solar y el terrestre.[2]

    Por su parte, Diario de Córdoba del 27 de enero de 1938 confirmaba los lugares en que se visualizó y añadía que Argelia era el mejor lugar de todo el norte de África.    

    Aunque actualmente las nuevas tecnologías nos acercan las auroras a nuestros hogares, es evidente que no hay nada como disfrutarlas en vivo y en todo su esplendor. Entre los destinos más apropiados para visualizarlas, según space.com se encuentran Estados Unidos, Canadá, Islandia, Noruega, Finlandia o Suecia entre septiembre y abril. 




[1] Noticiero de Soria. 31-1-1938.

[2] La prensa: diario republicano, 27-1-1938.


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