La nieve y la Semana Santa
El blanco elemento se hace visible en las fiestas religiosas más importantes
Aunque estemos en marzo y la primavera esté llamando a la puerta, sobre todo después de un invierno con las temperaturas más cálidas registradas, el invierno no ha dicho la última palabra. Mejor dicho, el invierno, las estaciones y la meteorología no entienden de calendarios. Sólo hay que recordar el refrán: hasta el cuarenta de mayo, no te quites el sayo.
Para los próximos días se prevé la llegada de frentes atlánticos que barrerán de oeste a este toda la península, dejando lluvias generalizas, fundamentalmente cuanto más hacia el oeste, donde también nevará. Hay que seguir, por tanto, los avisos de AEMET. Con esta configuración atlántica, la vertiente mediterránea, Valencia, Alicante y Murcia, se verá poco afectada por el agua.
No es nueva la presencia de la nieve en marzo, ni tampoco en abril. La hemeroteca es un buen aliado para comprobar qué pasó y los efectos sobre las fiestas, en este caso la Semana Santa. Porque este año, cosas del calendario, la fiesta religiosa más importante tendrá lugar a finales de marzo, con el peligro meteorológico para las celebraciones que esto puede suponer.
Así pues, en abril de 1847 la nieve hizo acto de presencia en Potes. De hecho, el Viernes Santo tuvo todos los elementos: "llovió, nevó granizó, heló, hizo sol, un viento huracán y lo más extraño que tronó a la vez que caían grandes copos de nieve". Las procesiones, por tanto, quedaron suspendiads. Sin embargo, en Valencia, se celebraron los oficios sin ningún contratiempo. (El Español, 7-4-1847). Años después, el mal tiempo impidió que la reina Isabel II visitara las estaciones y que la procesión del Viernes tuviera lugar. Sin embargo, las mujeres lucieron sus elegantes trajes "poblando las iglesias, ávidas de oir sermones que las convirtiesen", en un vocabulario y tono típico de la prensa del siglo XIX. También era típico que la prensa celebrase el fin de la "época de las mortificaciones y los ayunos" para regresar a los bailes y los conciertos, entre otras alternativas festivas. (El Correo de Ultramar, Tomo XV, año 19, número 384, 1860).
Ante situaciones así, las previsiones eran esperadas. Ante la proximidad de la Semana Santa de 1864, Diario de Córdoba (17-3-1864) exponía el pronóstico del conocido astrónomo zaragozano Mariano Castillo. Afirmaba que el frío se notaría especialmente en Madrid, Alicante, Valencia, Zaragoza, Navarra, Álava y Murcia, donde también habría hielo. La vertiente mediterránea de su sospecha tendría un hielo menos acusado. preveía también nieve y viento frío. La cuestión es que a final de mes la nieve había caído en abundancia en puntos de Valencia y La Mancha (La Correspondencia de España, 31-3-1864). En la cornisa cantábrica la nieve y la lluvia se presentaron unos días después y Valencia, Alicante y Albacete sufrieron un duro temporal de viento y granizo (La Libertad, 2-4-1864).
De un modo u otro, llueva, nieve o haga frío, las celebraciones religiosas tendrán lugar, bien a cubierto, bien en las iglesias. Todos desean el mayor lucimiento, tanto para los devotos como para los turistas y su impacto económico.
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